Para poder funcionar durante un largo día de trabajo necesitamos una ingesta de alimentos que nos provean de mucha energía: necesaria para movernos, respirar, y para regular los niveles de calor y el funcionamiento del corazón, la circulación de la sangre y el poder cerebral. Es sorprendente saber que el cerebro, en estado de descanso, puede requerir hasta un 50 por ciento de energía derivada de los alimentos que consumimos. Imagínate cómo sería en un día de total aceleración y alto nivel de estrés.
Para maximizar nuestra energía, debemos incluir ciertos alimentos particulares a nuestra dieta, especialmente los que eleven el metabolismo y que sostengan niveles constantes de energía. Con esto nos referimos a los carbohidratos y las proteínas, grasas y fibras.
Aunque la mayor cantidad de la energía se deriva de los carbohidratos, cuando éstos son los únicos alimentos ingeridos, al convertirse en glucosa se agotará el recurso de inmediato. Por ello es importante combinar con proteína los carbohidratos complejos como los vegetales densos y los granos integrales. Y recordemos que la función de los alimentos altos en fibra es sostener un nivel constante de energía durante todo el día.
Por otro lado, hay que minimizar los alimentos que roban energía o que interfieren con la producción de la energía, ya que al consumirlos se estimula en exceso la producción de adrenalina, que ocurre cuando el cuerpo percibe amenazas, provocando así la sensación de fatiga.
Estos robadores de energía son:
· Alcohol
· Café o té con cafeína
· Bebidas carbonatadas
· Golosinas con azúcar refinada y harinas procesadas
· Colorantes y sabores artificiales
· Estar en estrés o ansiedad
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