Hace poco, mi esposo y yo conversábamos en torno a lo importante que era identificar hojas de árboles y de otras plantas en nuestra finca, que fuesen comestibles y que tuviesen propiedades medicinales. Estos recursos renovables están en nuestro entorno inmediato, justamente en estos tiempos críticos, de evidente cambio político, social y ambiental, provocado por el paso a ciegas a través de irrealidades ilusorias de nuestra creación.
Precisamente porque entendemos que hemos abusado indiscriminadamente de esos recursos y al observar la realidad circundante (aumentos exorbitantes en el precio de la gasolina y la comida, los drásticos cambios climáticos y el aumento en cifras de enfermedades terminales, por ejemplo), como seres responsables nos corresponde promover cambios a favor de estilos de vida armoniosos y balanceados. Para ello, cada uno necesita asumir el rol que mejor conoce y en mi caso soy educadora, portavoz y promotora de toda práctica espiritual que evolucione al ser humano de manera consciente y amorosa. En cuanto a mi esposo, lo visualizo como un gran amante de la Creación dotada de una misteriosa sabiduría ancestral, reflejada en la inmensidad del Bosque. Guiado por sus conocimientos en dasonomía (estudio y manejo de bosques), pero más que todo, por su intuitiva familiaridad con todo lo que crece en vibración con la luz del Divino Creador, dota a la finca en donde vivimos con cultivos de alto valor nutricional que requieran poco cuido, como la moringa y las viandas.
En una ocasión, Papanco, como mi hijo y yo llama-amamos a mi esposo, sembró unas semillas de chícharo (Lablab purpureus), conocido también como frijol caballero o haba de caballo. Le perdimos el rastro a esta enredadera, que supusimos iba a crecer agresivamente, pero después de unos meses, nos percatamos de unas vainas grandes y aplastadas que, por su tamaño y aspecto, parecían comestibles.
Pudimos corroborar en un libro sobre bejucos de Puerto Rico, publicado por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, que en efecto se trataba de las habichuelas sembradas tiempo atrás. Esta planta silvestre crece en pastizales y a la orilla de las carreteras y cubre cercas y otras plantas. Se dice que es nativa de África y que la variedad con semillas blancas es la comestible, pero sólo después de hervirse para remover la capita o el pellejo que tiene el frijol. También se pueden comer germinadas y las hojas y las flores se pueden utilizar como si fuesen espinacas. Esta planta es utilizada además para alimentar al ganado y evitar la erosión del terreno.
Convencida del valor del chícharo y como cocinera curiosa, quise explorar, así que integré sus hojas a una receta de tortitas de quinoa. Y esto me convenció más todavía (pero abundaré sobre ello en otra intervención).
El naturismo tropical iniciado por el Dr. Keshava Bhat promueve la identificación de los recursos alimentarios locales que provee la madre naturaleza, para facilitar la óptima salud física y balancear las condiciones de enfermedad por medio de plantas medicinales tropicales tratadas de manera orgánica y sin químicos artificiales. A la vez, se preservan y promueven las prácticas efectivas, indigenistas y ancestrales de la región. Por ello el Dr. Bhat se basó en la ciencia de la vida y la longevidad, proveniente de la India hace 4,000 años antes de la era cristiana: el Ayurveda, para los valores difundidos en su naturismo tropical.
Hagámonos conscientes de cómo hemos boicoteado nuestra existencia y comencemos a trabajar para revertir aquello basado en la ignorancia colectiva. El cambio tiene que comenzar de manera individual, en núcleos familiares, donde la práctica vaya cónsona con las ideas y los pensamientos. Podemos hacer huertos caseros, identificar y ayudar a promover los productos comestibles locales, usar plantas para la curación, disponer correctamente de los desperdicios sólidos y los material biodegradables, optar por una dieta vegetariana, en fin, educarnos, adoptar y promover estilos de vida responsables y autosustentables. Solo así podremos fluir favorablemente con los designios majestuosos de un Universo que quiere revelarse a plenitud. Como me dice mi esposo: El tiempo se enreda, para sorprendernos con vainas tal vez, pero siempre nos toca ahora y no después.
Cuando hagas la receta con el frijol, me avisas! Ahora voy a estar pendiente a esta plantita. Gracias por compartir tu experiencia!
ResponderEliminarPrecisa, Justa y sAbiamente...Saludos desde aca desde" El Conuco de Caguana"...Hermosas reflexiones...Invocaciones Tribu Sagrada.....
ResponderEliminarEn la Finca de la familia en Juncos hay, se le llamaba Chicharas, la receta era Arroz con Chichara, me dice mi Tío Berto que solo lo preparaba Doña Magdalena una Criolla de la Hacienda Palou. Tambien se a perdido el consumo de la Verdolaga, la Maraca, Calambreña
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