Hace como dos años y medio que nos trajimos a Aby (de "abuela" y como cariñosamente llamamos a mi suegra) a vivir a nuestro hogar. Había sido diagnosticada con alzheimer y luego de vivir por su cuenta durante 30 años en Estados Unidos, los médicos determinaron que su condición no le permitiría continuar viviendo sola. Hicimos los ajustes estructurales necesarios para su acomodo: como eliminar un muro bajo en el cuarto de baño, para que así pudiese tener fácil acceso a la ducha, así como habilitar su nuevo cuarto con una cama cómoda y un televisor.
Conseguí un lugar donde Aby pudiese compartir con compañeros de la "edad de oro" y hasta serví de voluntaria para facilitar su visita a ese centro diurno, pero al año se me dijo que no podía continuar llevándola allí debido a su estado avanzado de alzheimer. Así que terminé quedándome en casa con ella, tratando de lidiar un día a la vez.
Al principio pasé por todo un proceso analítico de victimación. "¿Por qué me tocó la tarea a mí? Yo no merezco estar pasando esto, haciéndolo en mis años de mayor creatividad y productividad". Pero, la verdad es que, viéndolo todo desde otra perspectiva, tengo mucho que agradecerle al proceso y ahora reconozco el gran aprendizaje que me trajo el Universo. Entre los cambios y ajustes que he tenido que hacer, para sobrellevar esta experiencia, mencionaré los que más me han ayudado como persona.
Conseguí un lugar donde Aby pudiese compartir con compañeros de la "edad de oro" y hasta serví de voluntaria para facilitar su visita a ese centro diurno, pero al año se me dijo que no podía continuar llevándola allí debido a su estado avanzado de alzheimer. Así que terminé quedándome en casa con ella, tratando de lidiar un día a la vez.
Al principio pasé por todo un proceso analítico de victimación. "¿Por qué me tocó la tarea a mí? Yo no merezco estar pasando esto, haciéndolo en mis años de mayor creatividad y productividad". Pero, la verdad es que, viéndolo todo desde otra perspectiva, tengo mucho que agradecerle al proceso y ahora reconozco el gran aprendizaje que me trajo el Universo. Entre los cambios y ajustes que he tenido que hacer, para sobrellevar esta experiencia, mencionaré los que más me han ayudado como persona.
Aplicar el silencio
Con esta práctica aprendo a calmarme y a no contestar, ni reaccionar, sin antes estudiar las consecuencias. Me reconozco y reconozco a los demás como mucho más que cuerpos físicos: como Seres constantes, inmutables y eternos.
Buscar la fortaleza espiritual
Ahora realmente entiendo la importancia de encontrar los espacios y las prácticas que promueven el reconocimiento de la conciencia espiritual: la meditación y las oraciones, afirmaciones, visualizaciones, reuniones con grupos afines y los cantos devocionales, en fin, todo lo que me pueda ayudar a mantener un alto nivel vibratorio para poder manejar el entorno físico.
Escuchar
Tanto el silencio, como la sintonización con mi espiritualidad, automáticamente me dispusieron a escuchar, no sólo en mi entorno, sino internamente. Así continúo identificando mis bloqueos, síntomas y padecimientos, escuchando las respuestas de mi voz interna, actuando sobre mi intuición y evitando la resistencia, en plena confianza de que soy guiada amorosamente.
Reconocer la necesidad de apoyo
Al soltar la resistencia física, mental y emocional, abro mi campo receptivo y logro entender los mensajes que me llegan, entre ellos, que necesito encontrar apoyo que me ayude a sobrellevar las situaciones estresantes. Encuentro las respuestas en artículos del internet, revistas de temas alternativos, las palabras de una amiga que ha pasado por una experiencia similar y en un grupo de apoyo especializado. Sé que no estoy sola, que no soy una súper mujer y que tengo derecho a desahogarme y decidir cuando estoy cansada y necesito recargarme de energía.
Amarme incondicionalmente
Comienzo a darme cuenta de lo importante que es hacer lo que llamo un "acto de amor propio". El darse amor no debe verse como algo egoísta, acompañado por sentido de culpa. Al darnos amor nos liberamos, queriendo la misma liberación para el prójimo.
Dar sin miedo a perder
Al reconocerme como santa hija de Dios y por ende, heredera de sus dones, me pregunto: ¿Qué tengo que perder? La respuesta es sencilla: absolutamente NADA. Me doy permiso para amarme y amar a los demás y de servir a otros como si le estuviese sirviendo a Dios mismo, de entender que en un ser espiritual no cabe la pena, el dolor, la victimización ni la culpa. Si tan sólo acepto en mí un cambio de percepción, ya no miro a mi alrededor de igual modo, no espero lo peor, mas digo: "Ahora sólo espero lo mejor de Ti, mi Dios".
Expresar mi alegría y gratitud
Afirmo que soy una expresión divina de Dios y me proyecto en dicha, plenitud y amor. Me doy cuenta de que todo está debidamente orquestado. Estallo en un llanto de gracias al Creador y regreso al silencio, al inicio de esta reflexión.
En el próximo blog, compartiré dos recetas de aromaterapia que aplico para manejar la ansiedad y fortalecer el cerebro y la memoria de una persona con alzheimer.
Bendiciones infinitas.
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